martes, 4 de mayo de 2010

Que hoy no me da la gana .

Razones. Continuamente, las buscamos para ser infelices. Buscamos problemas, conflictos varios, inestabilidad, desasosiego. Parece que a las personas de hoy, le interesara sentir que flaquean por todos todos los frentes para saberse vivos.

Cada día una nueva necesidad, un descontrol, una alimaña sin solución. Un problema psicológico. Depresión. Depresión en adolescentes...
¿y tus razones? ¿tu plan de vida? ¿tu maleta?.

¿ALGUIEN ME PUEDE EXPLICAR QUÉ LE PASA AL MUNDO?

Tengo en mi vida pequeñas grandes cosas poquitas-suficientes-bastante-matonas que me dan razones de sobra para ser todo lo feliz que puedo .
Las cosas son lo que son. Los hechos hablan a voces llenas de nosotros. Creamos nuestro presente, decidimos nuestro futuro próximo.
Muchos toman hoy la opción más sencilla. Quejarse.
" ¡Me duele el corazón!""¡Me hice sangre en el dedo!"
Si te duele el corazón es porque no lo usas lo que deberías. y si te duele el dedo baja a la puñetera farmacia y cómprate una tirita que cuestan poco. no me jodas.

Lo dicho señores/as. Es demasiado sencillo para nuestros tiempos quejarse y esperar que los demás encuentren nuestras soluciones, nuestros complejos caminos. Pero... yo es que prefiero ser feliz en el trayecto de pensar que será de mi.
Quiero que mi vida sea "Playmobil". Ese jueguecito tan divertido que te regalan en la comunión para que contruyas mil mundos paralelos e imagines que eres un astronauta, policía...princesa incluso.
Vas decidiendo. Montas-desmontas.Recoges cuando te aburres. Rompes los juguetes. Te compras piececitas nuevas y vuelves a empezar desde el principio - te inventas otra historia.

Así funciona esto amantes de la locura. Os invito a no esperar a que el juego empiece sin vosotros. Dádle vida a vuestros títeres. Sed los dueños de la creación.

Cojed las riendas de vuestras existencias y le echareis el lazo a la felicidad.


Siempre.

1 comentario:

  1. Querida Rose, hoy no me da la gana a mí.

    Es muy fácil hablar desde el cómodo colchón de seguridad que te proporciona la estabilidad emocional en la que te encuentras ahora. Y no te lo echo en cara, de verdad. Ya sabes cuánto me alegro por tu felicidad.

    Pero ya no quiero oir hablar de más caminos ni maletas, puertas o ventanas. Los cristales no son más que añicos en el suelo, árido y seco. Las palabras apenas reconfortan. Las miradas se funden en la oscuridad. Y los abrazos son como dados con alambre de espino.

    Llegué a ese punto en el que o te quejas y vacías el tarro de la locura o mueres en el intento de búsqueda de la felicidad. Y tenía que pararme y escribir. En la arena. Donde fuera.

    Grité. Rompí. Lloré. Amé. Volví a gritar. Y volví a romper. Y maté.

    Y, después de todo eso, regresé. Y no me hicieron falta farmacias ni jueguecitos ni hostias. Porque, querida Rose, controlar la situación no es nada fácil cuando has perdido el norte, los amortiguadores, y el combustible. Esto no se ve desde arriba. Aquí no hay quien maneje nada. O, mejor dicho, aquí yo no manejo nada. Aunque quieras creértelo, no soy el director. No soy más que un actor en escena, esperando a que aparezca de una puñetera vez el apuntador y me diga lo que sigue. Porque ya no sé nada. Se me fue la letra.

    Pero, ¿sabes qué? Aún tengo el compás. Así que RELAX. Respiración.

    Sé feliz. Y no blasfemes, que no te pega nada. Es mucho más de yo y lo sabes.

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